27/6/15

El humor negro en el teatro. Una perspectiva invertida


Introducción

En trabajos anteriores venimos abordando el rasgo de lo cómico como una categoría estética aplicada al la producción de las artes escénicas.
Nuestro interés se centra en tomar lo cómico como categoría estética. Esto quiere decir que podemos encontrar al menos dos acepciones del concepto de lo cómico, una referida al género y la otra referida a lo que denominamos como categoría estética. Ambas acepciones tienen reglas que las diferencian. En principio, sostenemos como hipótesis que lo cómico se transforma en categoría estética cuando funciona como filtro, corte, encuadre y cuando se presenta como contrapunto en la trama. Ya está cristalizado que lo cómico es una característica humana. Y hay estudios que confirman que en las condiciones más miserables de la existencia se recurre al humor para sobrevivir (Rudy y Eliahu Toker, 2003). En definitiva lo que intentamos sostener es que la estética construye una mirada que recorta a través de lo cómico un tratamiento estético posible de aquello humanamente irrepresentable.       
No cabría en este trabajo realizar un estudio extensivo sobre lo cómico en general, porque para ello deberíamos mencionar los importantes trabajos aportados con respecto a esta temática como los de Sigmund Freud, Bergson, Baudelaire, Pirandello entre otros, por lo tanto nos enfocaremos en la manera en que lo vemos materializarse.
Lo primero que podría mencionarse es que la categoría estética de lo cómico opera en un nivel de tensión. Precisa de la tensión para funcionar. Gerard Genette en un estudio sobre la parodia sugiere que “lo cómico no es otra cosa que lo trágico visto de espaldas” (Genette, 1982:26).
Considerando la tensión como elemento constitutivo, encontramos cierta analogía estructural en la conformación de lo cómico como tal y en la conformación del lenguaje teatral. La analogía encontrada se refiere a que el teatro que venimos estudiando, el occidental, se estructuraría a partir del modelo actancial, es decir, el elemento que estructuría al lenguaje en cuestión es la existencia de líneas de fuerzas (no paralelas) que se manifiestan en tensión.
El modelo actancial del que hablamos es el que se desprende de los estudios sobre relato de W. Propp (1928) a partir de un corpus de cuentos rusos. Para ello, el autor encontró que en todas las fábulas estudiadas había un esquema de siete partes (actantes) y cada una de ellas tiene una determinada función dentro del relato. De esta manera, la utilidad del modelo está dada en la posibilidad de reducir el mundo dramático en las infinitas combinaciones de estas funciones. A partir de  Propp, no fueron pocos los autores que lo retomaron. En el caso del teatro particularmente, Anne Ubersfeld (1977) aplicó este modelo leído a través de Souriau (1950) y Greimas (1966). 
En consecuencia, esta forma, la de líneas de fuerzas en tensión, la vemos representada en lo que llamamos cómico. Para que lo cómico se produzca y por consecuencia tenga un efecto risible, más allá de toda definición que pueda darse, observamos que necesariamente tienen que existir fuerzas que se opongan. Si pensamos por ejemplo en una secuencia de acciones simple, como la de un hombre caminando por la calle, lo cómico se estructurará como un cambio no habitual en su transcurso. El ejemplo canónico es el del hombre que caminaba y tropieza con una cáscara de banana que termina trinándolo al piso. Por otro lado, también podemos encontrar estas fuerzas en oposición en el teatro cuando pensamos en el texto y su interpretación que hace que el enunciado tome distancia de la expectativa previsible en su enunciación. Por ejemplo un hombre serio pidiendo ayuda para nuestro hombre tras la caída por la banana lo hace descostillándose de risa en el piso.
Intentando aproximar un paso más, nos dimos cuenta de que el concepto de lo cómico no nos permite metodológicamente avanzar en el análisis de las muestras que tomamos. La razón de ello es que era ciertamente forzado nombrar como cómico aquello que estamos mirando en obras teatrales que en su temática se refieren a aspectos trágicos de la humanidad o lo humano pero en su forma el tratamiento dado produce efectos risibles.
La cuestión que tal vez más incomoda es que hablar de lo cómico nos remite demasiado al género y precisamente, el corpus que nos interesa claramente no pertenece al género de lo cómico. Es por ello que vimos necesario realizar un esquema en el que podamos ubicar este corpus de obras. Y fue entonces que pensamos en el concepto de humor. Este concepto, reenvía a un estado que puede ser tanto “bueno” como “malo” y de alguna manera, aunque abordamos el humor risible, nos desligamos de una asociación cristalizada.
Ahora bien, llevando el concepto a nuestro campo, el de la estética teatral, implica tratar de definir el humor (como diferente al campo de lo cómico) y observamos que se lo ha analizado desde varios puntos de vista, desde el arte, la filosofía, hasta la ciencia sin llegar a una sola conclusión. Por esta razón, no se puede partir de una sola concepción del humor.
Sin embargo, encontramos que es más frecuente la utilización de la definición tradicional de humor que fue aportado por S. Freud en el año 1927 y que la encontramos analizada por O. Steimberg en Sobre algunos temas y problemas del análisis del humor gráfico:

“El locutor del dicho humorístico tematiza o manifiesta en principio un sufrimiento, una ofensa recibida del mundo exterior. El efecto placentero -que también es descripto por Freud en tanto efecto compartido por emisor y receptor- devendría de un ahorro en emoción, al subordinarse la ofensa al principio del placer a través de la confirmación, mediante el acto de humor, de la "grandeza" del yo” (STEIMBERG, 2001)

En consecuencia, no pareciera muy desacertado considerar al humor como una categoría -estética- y ubicarlo en el medio entre lo cómico y lo trágico y asimismo, distanciándose de las emociones suscitadas por lo trágico y lo cómico, es decir, que en el medio de esos dos ejes podríamos encontrar obras teatrales que a través del recurso humorístico pongan en tensión lo trágico y lo cómico, al mismo tiempo que se distancia de uno y otro. La negrura que le agregamos es para darle una mayor precisión al lector y de esta manera pueda anclar el concepto de negro con el corpus que trabajamos. Aunque Pavis habla de comedia negra, al mismo tiempo se retracta señalando que “de la comedia la obra sólo tiene el nombre” (1998:78). De esta manera, si hablamos de humor negro se sabe que son textos que se refieren al mundo de manera pesimista.
Humor en escena
¿De qué manera entonces aparece el humor? ¿Cuáles son sus procedimientos? ¿Cuáles son los principales elementos que participan en al construcción del humor? 
Para realizar un análisis de cómo los procedimientos humorísticos aparecen en escena recordamos dos conceptos del teórico teatral Patrice Pavis que nos parecen claves, dado que nos podrían permitir abordar al teatro desde sus reglas de generación para luego pensar en su procedimiento humorístico.
El primero de ellos es el de la composición paradójica y la define como la técnica dramatúrgica con la que cuenta el escritor dramático con el fin de invertir la perspectiva de la estructura dramática. Pavis señala al menos dos maneras en que puede darse esta inversión (Pavis 1998:86):

a-      El Intermedio cómico que consiste en insertar un episodio cómico en plena situación trágica.
b-     La figura de la ironía que consiste en mostrar la ironía del destino de un personaje trágico

¿Será posible pensar la composición paradójica como un recurso con la que cuenta el humor? Vayamos a un estudio de caso: la obra Campocómico (2005) con dramaturgia de Javier Santanera y José Luis Valenzuela y dirigida por este último, está principalmente basada en la trilogía de Primo Levi, y sus relatos de sobrevivir el Holocausto.
La obra tendrá entonces, como universo temático el campo de concentración y de este fondo resalta el personaje de un prisionero que a su vez se convierte en un contador de chistes y realiza su show. Hay en esa configuración cierto reenvío al stand up. Los chistes tienden mayoritariamente a referirse a la supervivencia en  el campo. Y será esta tensión el elemento que configura el monólogo de principio a fin. Observamos que la obra comienza con una serie de chistes que funcionan como carta de presentación del cómico Son chistes más bien típicos de humor judío. De este modo, se obtiene un primer plano del cómico que dista del prisionero. Lo que nos da a entender que se trata de un prisionero es fundamentalmente el vestuario. Harapos de camisa y pantalón más gorro a rayas. En cuanto al contenido de los chistes, de a poco, irá virando hacia la zona oscura del campo y aparece un segundo plano: el espacio del campo y la supervivencia específicamente.
Podría decirse que los dos elementos de la composición paradójica se encuentran presentes en este texto. Veamos un ejemplo de intermedio cómico en la siguiente réplica:

-(…) Se escucharon varios disparos, un largo silencio y ya nunca más volvió (Shepszel) a escuchar a su mujer ni a sus hijas.
Dichoso de él, diría Elías (…)-

Es interesante agregar al aporte de Pavis, que así como tenemos intermedio cómico como recurso del cual se prevé determinados efectos de sentido, también podríamos pensar en un “intermedio trágico” que tiene similares efectos. El siguiente ejemplo ilustraría lo que estamos refiriendo:

El personaje se prende un cigarro mientras hace aparecer carteles con los siguientes textos:
-(…) ¿Es lindo el amor, no? / 14 meses dura la pasión /  16 días la alegría por ganar la lotería / 1 hora la conmoción mundial por la masacre de Krieve / 15 minutos la muerte en cámara de gas  (…)-

La otra figura que mencionamos en la figura de la ironía. Ésta la observamos, por ejemplo, hacia el final. El personaje demora el final de cierre de su show:

-(…) ¿El espectáculo no les gustó? Les pido mil disculpas. Disculpas, disculpas, disculpas, disculpas, disculpas…
¡Ah! Ya entiendo. Lo que ustedes están esperando es el remate de esta historia. Lo único que interesa en realidad es el remate, es lo más importante. No se preocupen, amigos, puedo asegurarles que tengo preparado para ustedes un buen remate (…)
Comencemos, ¿Cuánto me dan por este gorro que perteneció al minero armenio Levon Bobosian? ¿Quién ofrece más? ¿Cuánto? ¡Un millón al señor!
¿Y cuánto por esta camisa que perteneció al poeta Tadeuz Borowski y luego pasó a manos de mi amigo personal, el ingeniero Primo Levi? ¿Cuánto señores? ¡Tres millones ahí!

Mientras sigue el personaje con el remate, se proyecta un texto a un costado en el que se observa un listado de países que fueron escenario de masacres y genocidios seguido por cifras millonarias que guiñan la cantidad de muertes de casa uno de esos países dando cuenta, en cierto modo, de que el Holocausto no ha sido el único genocidio que ha sufrido la humanidad. Finalmente, los objetos rematados son todos aquellos que se observan en escena, incluido el vestuario del personaje. Asimismo, puede apreciarse que los objetos están claramente derruidos y las prendas  convertidas en harapos.

La perspectiva del humor

La noción de perspectiva también nos parece necesario introducirla dado que nos remite a la idea de construcción de una mirada escénica. Es decir, el escenario puede pensarse como aquel espacio en el cual el director calcula cómo será mirado lo que se expone. Pues todo lo que está dentro del escenario a la vista del público, todo significa, todos son signos. Esta variable de la perspectiva, poco atendida, permite reconstruir el tipo de convención presupuesto. En la obra traída a ejemplo vemos como la construcción del personaje es coherente con la perspectiva elegida: la ruptura de la cuarta pared en tanto el personaje interpela al público. Cuando  cuenta chistes, se los cuenta al público, los mira, los cuestiona y les hace preguntas directamente. Asimismo, la obra construye dos personajes: el del contador de chistes, y el prisionero. Y se observa que el primero tiende a invisibilizar al personaje del prisionero, pues se trata de un comediante y ya no un actor. El contador de chistes supone un efecto de borramiento en cuanto a la construcción de personaje y exige la ruptura de la cuarta pared puesto que el cómico se dirige al público creando ese efecto de transparencia. En este sentido, las palabras importantes aquí son borramiento y transparencia y es necesario dar cuenta de que estos efectos son tan construidos como los de la invisibilación. 

A modo de cierre

Para finalizar diremos, en primer lugar, que es posible ver que esta obra en particular tiene una estructura en la que observamos dos niveles de teatralidad que se cruzan. Se construyen dos espacios, dos personajes, dos historias. El espacio del stand up y el espacio del campo de concentración, el cómico que se desdibuja del personaje del prisionero, el relato del cómico y el relato del prisionero. 
Además de estos cruces, la composición paradójica parece ser la estructura sobre la que se erige el texto y su puesta en escena. El aspecto cómico parece convocado por esa jocosidad propia del espacio del stand up y llevado a un espacio tortuoso. ¿Será que la estetización del humor procede como un filtro? La distancia tanto con la identificación y la catarsis, como con el extrañamiento absoluto, la interpelación al público, la caída de la cuarta pared, mostrar el carácter construido del teatro… ¿Se podrán agrupar estos elementos dentro del campo del humor? Según ciertas líneas de corriente teórica un rasgo característico de estilo de época, el de ésta, es la hibridación, la mezcla y cruces de lenguajes. ¿Será que el humor fue lo suficientemente permeable para dejarse nutrir por otras raíces?

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

GENETTE, G[1982] (1989) Palimpsestos. Madrid: Ed. Taurus
IBARRA, I. (2010) “Tragedias y conflictos sociales en escena”. Trabajo presentado en el XIX Congreso Internacional de Teatro Iberoamericano y Argentino. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
IBARRA, I. (2011) “Estética de la creación teatral”. Trabajo aceptado para presentar en las II Jornadas de Crítica Genética. Ciudad de Tandil, Buenos Aires, Argentina
NIETSZCHE, F. [1872](1998) El Nacimiento de la tragedia. Madrid: EDAF
PAVIS, P. [1998] (2007) Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología. Buenos Aires: Paidós
STEIMBERG. O. (2001) “Sobre algunos temas y problemas del análisis del humor gráfico” Signo y seña. Instituto de Lingüística, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
TOKER, Rudy y Eliahu (2003) Odiar es pertenecer y otros chiste para sobrevivir. Buenos Aires: Norma Editorial

La dimensión del Teatro Popular en el Teatro Latinoamericano

Para emprender una reflexión acerca de la dimensión de lo popular, cuando se refiere a las prácticas teatrales, nos propusimos tomar en cuenta el espacio de su circulación. 
Para ello, nos referiremos al 2º Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano realizado en la ciudad de Jujuy en enero de 2010, que dispuso un espacio de desmontaje para promover el encuentro y reflexión entre los elencos.
A cada grupo se le propuso desarrollar en este espacio, el proceso creativo que dio por resultado el espectáculo y se indagó en las técnicas teatrales utilizadas, el espacio escénico, otros lenguajes que intervinieron y todas aquellas condiciones de producción que fueron observadas en la puesta. Por otro lado, y dado el marco de “popular” que denominó al encuentro, se le solicitó a cada grupo que caracterizara desde su lugar de trabajo, de qué manera concebía lo popular en su propia producción teatral.
Con el material obtenido de los desmontajes, pareció pertinente acudir a la noción de género y estilo. Según ciertas proposiciones, tanto géneros como estilos pueden clasificarse de acuerdo a sus aspectos temáticos, retóricos y enunciativos. De esta manera, podríamos ordenar la inmensa dimensión significante del teatro popular clasificando lo popular cuando se lo planteaba en alguno de estos aspectos y los juegos de interrelación y dominancia que se da entre ellos.

Teatro-popular-circulación


ESTRUCTURA Y ORGANIZACIÓN
En la semana del 8 al 13 de enero de 2010 se llevó a cabo la 2° Edición del Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano en la ciudad de San Salvador de Jujuy. El encuentro incluyó conferencias, talleres, presentaciones de libros y subieron al escenario alrededor de treinta espectáculos provenientes de diversas ciudades de Argentina, Colombia, Venezuela, México, Brasil, Chile y España. Además de la diversidad geográfica, se observó una fuerte heterogeneidad de estilos y géneros que caracterizaron a las obras que conformaron  la programación.

Puede resultar engorroso describir la estructura del encuentro pero creemos que es algo necesario de hacer, dado que ésta, en cierta manera, puede darnos algunas pautas de cómo se organiza la práctica del teatro popular alrededor de un encuentro.

Ahora bien, éste se organizó estructuralmente en varias partes: a la mañana se realizaron conferencias y presentaciones de libros. Pasado el mediodía, se desarrolló el espacio de desmontaje que he coordinado y en el que participaron, no sólo para mi feliz sorpresa, casi la totalidad de los elencos. A la tarde, algunos grupos ofrecieron talleres abiertos y a la noche se presentaban las obras en varios puntos de la ciudad y alrededores en forma simultánea.

No es menos importante señalar algunos aspectos en cuanto a la recepción de los grupos que estuvo a cargo de la Organización Barrial Tupac Amaru –barrio en el cual también se realizó función-. Todos aquellos que integraron el Encuentro fueron alojados en una misma sede, la escuela primaria Germán Abdala de la Organización donde también se les ofreció el desayuno, el almuerzo y la cena. Este tipo de estructura en la que los grupos compartieron cuarto, baño y las diferentes comidas del día, favoreció positivamente la convivencia y una fuerte vinculación entre los distintos grupos.

En cuanto a las funciones específicamente, la modalidad que se adoptó fue que cada elenco hiciera una presentación en la sede central, la vieja estación de ferrocarril, y el resto de los días tenían programado de dos a cuatro funciones más, que realizaron en las otras sedes del Encuentro. Algunas de estas sedes se situaron en barrios aledaños a la ciudad como el Alto Comedero, barrio San Pedrito, entre otros. Otras sedes se ubicaron en distintos pueblos de la Quebrada.

De esta manera, cada grupo rotaba de sede y se encontraba con públicos diversos en edad, género, condición social, política y económica. El aspecto menos conveniente de esta estructura es que no todos los integrantes del encuentro pudieron ver las funciones de los otros grupos. Es por ello que, como coordinadora del espacio de desmontaje tuve que limitarme al espacio de la sede central para poder presenciar la totalidad de la programación.

Asimismo, cada noche se presentaron de cuatro a cinco espectáculos en el escenario central que participaron al día siguiente del espacio de desmontaje. Este espacio que me fue propuesto por los organizadores de ENTEPOLA fue abierto para reflexionar acerca de los procesos de producción de cada obra y se discutieron los criterios de lo popular en el trabajo performático de los grupos.

EL ESPACIO DE DESMONTAJE   
Es importante destacar el alto índice de participación de los grupos en el espacio del desmontaje. En este sentido, podría señalarse que el fenómeno de alta concurrencia, que se mantuvo durante todo el encuentro, da cuenta del entusiasmo y la necesidad de reflexión sobre el estado del arte en las prácticas del teatro popular contemporáneo. Podría señalarse también que la riqueza de las exposiciones estuvo fuertemente marcada por los diversos lugares de procedencia de cada uno de los participantes y sus distintas realidades políticas, económicas, sociales e históricas.

Este espacio promovió el encuentro entre los elencos que habían realizado función el día anterior en el escenario central y la participación de aquellos elencos que fueron en calidad de espectadores. A cada grupo se le propuso desarrollar el proceso creativo que dio por resultado el espectáculo y se indagó en las técnicas teatrales utilizadas, el espacio escénico, otros lenguajes que intervinieron y todas aquellas condiciones de producción que fueron observadas en la puesta. Por otro lado, y dado el marco de popular que denominó al encuentro, creí pertinente que cada grupo desde su lugar de trabajo caracterizara de qué manera se concebía este aspecto en su propia producción teatral.

En lo que corresponde a la frecuencia de los desmontajes, se desarrollaron durante cinco días consecutivos de los seis que duró el encuentro. Cada día y de acuerdo a las funciones que se habían presentado se abordaron los siguientes tópicos:

EL DESTINATARIO DEL TEATRO POPULAR
Se discutió principalmente la noción de público, es decir, el para quién. En la inmensa dimensión que abarca la noción de teatro popular, puede desprenderse al menos un tópico y es el que refiere a la clasificación del público. En otras palabras, lo que intentamos decir es que en el imaginario de, por lo menos, quienes participamos en este encuentro flota la idea de ligar teatro popular=para todos. No obstante, es preciso señalar que en el mismo imaginario, el para todos no incluye todas las variables (retomaremos esto más adelante).

Se observó, por ejemplo, que una de las obras realizadas por la compañía de Colombia se trataba de un infantil en el que se establecía un vínculo directo con el espectador a partir de la interpelación e inclusión de éste. Asimismo, la obra contenía un fuerte mensaje ecológico, resaltando de esta manera la preponderancia del mensaje de concientización a través del dispositivo teatral.

El mismo día, una obra realizada por una de las compañías brasileras se dirigía a un público adulto; esto se desprende por ejemplo de algunas configuraciones retóricas como la representación de escenas eróticas.

Pero lo que importa destacar es que pudo evidenciarse que desde la propuesta de la programación, el mismo día se presentaron al menos dos obras que construyen dos destinatarios absolutamente diferentes. Esto, en términos generales fue fuertemente cuestionado y al menos dos posturas fueron definiéndose. Una proponía la homogeneización del perfil del espectador de teatro popular. La otra, le concedía al encuentro la democratización de los lenguajes y de esta manera tener llegada a distintos públicos ofreciéndoles un abanico de posibilidades para que finalmente elija aquello que más le gusta.

ARTE Y POLÍTICA
Gran cantidad de las exposiciones estuvieron marcadas por la discusión del carácter político del arte, y en este caso, en el teatro popular. Asimismo, se discutieron las variadas configuraciones de las obras. En este sentido, lo que fue definiéndose fue que las elecciones del director -o quien haga a su vez de director- respecto al formato de la obra, son decisiones políticas y sumado a esto se desprendería que aunque la obra no tuviera explícitamente un mensaje de contenido político, éste atraviesa la imprenta.

En esta línea, una obra de danza montada por la compañía mexicana, representaba distintos bailes de salón. A primera vista, se prejuzgó un trabajo montado por bailarines profesionales adentro de vestuarios emplumados y hasta su poca correlación con el teatro popular. Sin embargo, en el desmontaje se descubrieron ciertos aspectos que no se habían visto arriba del escenario: por ejemplo, el coreógrafo resaltaba su elección de trabajar con bailarines no profesionales (que incluía amas de casa, mecánicos, maestros, entre otros) que recluía de talleres abiertos a la comunidad montados en barrios humildes de México y que a partir de la formación de una compañía de danza desde el taller, las funciones realizadas por ésta, se destinaban frecuentemente para beneficencia.

Es decir, lo popular no se desprendía de lo que se podía observar en el escenario, sino en las condiciones en las que se producía esa obra, en tanto que desde un taller abierto se formaba una compañía, que luego daba funciones en el mismo espacio de circulación en el que se había concebido. Hubo razones para creer entonces, que lo popular no se imprime sólo en el acontecimiento observado durante la espectación.

También se habló del cuerpo, en este caso el del actor, como cuerpo ideológico. Este cuerpo alberga la memoria de la historia del pueblo. De esta manera, el teatro, como toda producción humana -y social- está investida de sentidos que conforman una idea de lo político. Toda decisión estética es por lo tanto ideológica; desde recuperar mitos populares y representarlos en escena, como las decisiones que comprometen al espacio escénico, como lo es la elección de un formato que se adapte a todo tipo de espacio, principalmente la calle.

Las decisiones estéticas -como posturas políticas- se conciben entonces como uno de los aspectos que se desarrollan en la práctica del teatro popular. En este sentido, observamos en otro ejemplo, un infantil en el que los actores manipulan títeres y que la voz que les dan a sus personajes es de carácter onomatopéyico acentuando la gestualidad de las acciones de los muñecos. Esta configuración elegida por el director, hace posible que el espectáculo pueda presentarse en cualquier ciudad del mundo y al poder ser fácilmente decodificada en cualquier idioma, se le pueda conceder un carácter inclusivo. En consecuencia, se desprendía que lo popular en esta obra está claramente ligado a la retórica, y que produce a su vez, un efecto en la recepción en tanto su carácter inclusivo.

Otro ejemplo con respecto al texto lo encontramos en el espectáculo de varieté que reunía números de magia, de danza y de humor. El grupo manifestaba que, la representación de una obra casi sin texto disminuye las dificultades que pueden presentarse con respecto al idioma.  

HACIA UNA DEFINICIÓN DEL TEATRO POPULAR
Hacia el final del Encuentro, se llevó a cabo una conferencia de cierre titulada “Hacia una definición del Teatro Popular” instalándose un fuerte discusión de los principales tópicos que fueron planteados y definiéndose en los desmontajes. A continuación intentaré recapitular y traducir -y por ello espero no traicionar a mis compañeros- las memorias que fui tomando en cada desmontaje y en la conferencia de cierre para finalmente darle un orden teórico-metodológico:
        
LO POPULAR EN LO TEMÁTICO, RETÓRICO Y ENUNCIATIVO
Parece pertinente acudir a la noción de género y estilo de Oscar Steimberg  para ordenar el material surgido de este encuentro. Según señala el autor, tanto géneros como estilos pueden clasificarse de acuerdo a sus aspectos temáticos, retóricos y enunciativos. Si bien, lo popular no es un concepto estable que pueda definirse dentro de los marcos de un género o un estilo, sino, más bien tiene un carácter invariable, aún así podríamos ordenar esa inmensa dimensión clasificando lo popular cuando se lo planteaba en alguno de estos aspectos. En esta línea podríamos decir que, a grandes rasgos, lo popular atraviesa estas tres áreas que desarrollaremos a continuación:

LO POPULAR EN LA ELECCIÓN TEMÁTICA
Se observó en muchas de las obras la tematización de mitos, leyendas o personajes típicos de un pueblo o ciudad. En otros casos se ponían en cuestión procesos históricos, o representaciones de situaciones conflictivas sociales popularizadas a través de los medios masivos de comunicación, como por ejemplo una obra de teatro foro en la que se tematizaba las relación de opresor/oprimido dentro del ámbito de violencia escolar.

LO POPULAR EN LA RETÓRICA
La retórica de una obra se la definió, como ya lo mencionamos anteriormente, en términos de decisiones estéticas referidas a las cuestiones formales, es decir, la pincelada poética que reúne los elementos de configuración de la obra en la que reside una decisión política en tanto que se asume una postura. Esta decisión, en cierta forma, se encuentra afectada por las condiciones sociales dadas. Los grupos manifestaron que lo popular en este caso, se desprendería de la elección –política- de determinadas formas por sobre otras.
             
LO POPULAR EN LA RECEPCIÓN
Se habló también de la manera de abordar el teatro como práctica generadora (o restablecedora) de vínculos sociales. Éste fue un eje fuertemente debatido durante los desmontajes en cuanto al para quién como ya lo hemos expuesto.

Podríamos agregar, que muchos grupos reconocieron en el teatro popular un espacio social que implica la accesibilidad -de consumo- “para todos”, no obstante, este término que connota la inclusión se asocia casi exclusivamente a poblaciones de bajos recursos, en riesgo o marginales, excluyendo de esta manera, otras variables que conforman a otros colectivos sociales. Fue entonces que surgió la pregunta ¿para todos? o ¿para todos los pobres? En consecuencia, se advirtió la necesidad de ser cuidadosos en este aspecto y ser lo suficientemente lúcido para reconocer la existencia de ciertos sentidos clasistas cuando se habla del teatro popular como un teatro “para todos”.

A MODO DE CIERRE
Cabe señalar que si bien puede clasificarse una obra en cualquiera de los tres campos mencionados, éstos se interrelacionan y se afectan mutuamente en los tres niveles. Así pues, una obra en la que predomina una configuración retórica que elimina todo texto hablado, por ejemplo, recae en los aspectos enunciativos dado que afecta directamente a la recepción y construcción del destinatario.

Ahora bien, este modelo que se propone es a modo de organizar las múltiples significaciones que se le adjudican al teatro popular sin pretensiones de definirlo y clausurarle sentidos. Sólo intentamos abordar las diversas lecturas que se realizaron en torno a nuestro objeto, el teatro popular, en el marco de este Encuentro.

BIBLIOGRAFÍA:

Steimberg, O. (1993) Semiótica de los medios masivos, Buenos Aires: Atuel.
Verón, E. (1988) La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad, Barcelona: Gedisa.



5/5/15

La noción de desmontaje desde una perspectiva histórica

1. UNA PROPUESTA HISTÓRICA
La noción de desmontaje se emplea mayoritariamente en el ámbito de Encuentros y Festivales de artes escénicas y se utiliza para clasificar un tipo de actividad que acompaña al espectáculo donde se explicitan los procedimientos de investigación, de creación y experimentación del quehacer teatral.
En relación a su desarrollo histórico nuestro trabajo de investigación propone un recorrido por sus formas pretéritas. Éstas nos remiten a las reflexiones en torno al trabajo del actor. Consideramos que allí se encuentra de manera implícita los tópicos que se desarrollan en el procedimiento de los desmontajes actuales.
Dentro de este desarrollo histórico nos interesa destacar dos momentos que consideramos tienen en común precisamente una determinada reflexión acerca del actor en cuanto a su oficio.
El primero de ellos se refiere a la aparición de la obra La paradoja del Comediante de Denis Diderot en el año 1830[1]. Esta obra fue escrita en forma de diálogo con dos personajes que se interrogan acerca del oficio del actor y cuestionan la relación que el teatro de la época establece entre actor y personaje, en cuanto a la distancia que existe entre ambos[2].
La sustancia de la obra de Diderot enfatiza en el arte del actor racional. El filósofo consideraba necesario la insensibilidad del actor que pretendiera emocionar a su público.
A propósito del oficio actoral y en sintonía con Diderot, Jacques Cupeau señala en su estudio preliminar de La Paradoja…:

Ahí reside el misterio: el que un ser humano pueda considerarse y tratarse a sí mismo como a la materia de su arte, actuar sobre sí como sobre un instrumento al cual está obligado a identificarse, sin dejar por eso de distinguirse de él: actuar sobre sí mismo y ser el actuante, hombre común y marioneta (J. Copeau 1999:9)

El actor de Diderot no vive su personaje, sino que sólo lo representa a través de signos exteriores. La paradoja observada por Diderot reside precisamente en que, cuanto más frío e insensible es el artista, más potentes serán las emociones suscitadas en su público.
En este sentido, el gran artista no necesita de la sensiblería para ser un gran actor, en contraposición al pensamiento y estilo de la época que entendía la sensibilidad del actor como facultad interpretativa.
En un segundo momento, consideramos que estas proposiciones encontrarán su mayor replica en la propuesta Brechtiana o dramaturgia de la distancia, en cuanto al aspecto que propone acentuar al máximo la distancia que separa al actor de su papel poniendo de manifiesto la artificialidad de su construcción.
De acuerdo a Roland Barthes ([1954] 2008) la discusión sobre el oficio del actor había sido en cierta medida problematizado por la cultura, pero, según lo entiende Barthes, de manera limitada. La critica de la época apreciaba la interpretación en términos de “el grado de sinceridad del actor", de manera que lo verosímil constituía el estatuto de lo artístico. En pleno auge de la cultura burguesa cuyo postulado es la imitación -psicológica- como valor artístico superlativo, Barthes propone discutir el aspecto moral del trabajo del actor y la relación que establece con su público.
A partir del teatro brechtiano, Barthes visualiza elementos puntuales en su estética que se aleja del común de la época y cuestionan esos aspectos teatrales menos subrayados hasta el momento, al menos, dentro del sistema teatral Occidental.
En sintonía con lo que hemos observado en Diderot, Brecht prohíbe a sus actores meterse en la piel de sus personajes. La técnica del actor radica en reproducir con precisión su papel sin perderse en los humores de su personaje.
De esta manera, lo que aparece ilustrado en la obra de Diderot vemos materializarse en el legado dejado por Brecht.
No obstante, las réplicas no empiezan ni se agotan en Brecht. En sintonía con De Toro (1999), consideramos que el siglo XX se encuentra marcado por un proceso de “fragmentación y reflexibidad” que se venía anunciando desde fines del XIX. En términos del autor, no hay grandes cambios luego de 1920, sino que se trata de la extensión del paradigma llevado hasta sus últimas posibilidades.
De acuerdo a De Toro, el proceso de la modernidad es iniciado por Stanislavsky y su epistemología del personaje, y culmina en la clausura del paradigma con Eugenio Barba y su antropología teatral[3].
La modernidad, en este sentido, instaura un nuevo modelo de conocimiento tanto en la ciencia como en el arte y es resultado de las rupturas e instauración de nuevos lenguajes expresivos a través de operatorias tales como la fragmentación, reflexibidad, discontinuidad, distanciación, entre las más características.

Si aceptamos la posibilidad de un logos compartido, dentro de un mismo paradigma epistemológico, podríamos re-enfocar la práctica teatral de nuestro siglo a partir, no ya de un acercamiento puramente sincrónico y puntual (un momento, un director, un autor), sino de su inscripción dentro de un radio de relaciones más amplio, lo cual implica una perspectiva diacrónica relacional cuyo objetivo sería elucidar la naturaleza misma del cambio y su extensión posterior, no como un fenómeno aislado, sino simultáneo y homólogo a otros (De Toro, 1999:56)

Asimismo, otras investigaciones semióticas (De Marinis 1997, Pavis, 2000) dieron cuenta de la necesidad de reflexionar sobre la práctica teatral desde una teoría que no se comporte de manera reduccionista. Estos estudios han demostrado los límites que ha tenido la teoría en relación a la construcción del objeto teatro en tanto que se ha considerado durante largo tiempo su condición literaria, luego su condición espectacular y, finalmente, concluyen en proponer una nueva teatrología que construya su objeto en la relación actor-espectador de manera transdisciplinar tomando en cuenta el enfoque histórico y los aportes de las ciencias del espectáculo (De Marinis, 1997). La semiótica, como marco de referencia metadisciplinar, provee de un esquema que aporta, en términos de De Marinis, un aparato categorial explícito y coherente y su capacidad de autorreflexión.
En la misma línea semiótica, pero desde un enfoque más cercano al antropológico, Fernando de Toro considera que:

Hoy nos encontramos en un espacio de convergencia entre teoría y práctica, donde la denominada antropología teatral iniciada por Eugenio Barba, entendida como la disciplina que busca establecer principios universales para el trabajo del actor, y la semiótica teatral, entendida como la elucidación de categorías heurísticas universales para el análisis de la práctica teatral, basadas en la constitución de sistemas de significación, establecen un diálogo que tiende a una mayor comprensión y vinculación de ambas actividades de búsqueda. (De Toro, 1999:57)

2. EL DESMONTAJE EN NUESTROS DÍAS
Al presente, los estudios de la investigadora Ileana Diéguez (2009) señalan que el uso de la noción de desmontaje se remonta a los espacios de Encuentros teatrales del campo de la antropología teatral a partir de los años 70’ y se utiliza para clasificar un tipo de actividad que acompaña al espectáculo donde se explicitan los procedimientos de investigación, creación y experimentación del quehacer teatral y, de alguna manera, crea un puente que suprime la distancia entre los espacios reservados para la teoría y los propios de la práctica[4].
De acuerdo a Diéguez, el desmontaje construye el montaje de un espectáculo, pero también un montaje es una selección, una circunscripción, un plan, un hilvanado de signos. En todo ello, hay elección y en toda elección hay descarte. En este sentido, el desmontaje evidencia también lo descartado:

Lo que se decide compartir o mostrar no es una técnica o regla de cómo hacer el trabajo de mesa (…) Quizás por ello estas experiencias contribuyen a extender el horizonte de estrategias poéticas, ponen a prueba los tradicionales cánones, abren puertas, oxigenan los marcos y, muy especialmente, proponen nuevos retos para quienes estudian y reflexionan en torno a la escena. (Diéguez, 2009:10)

Desde otro lugar, en 2009 y 2010, Mauricio Kartun dictó un seminario de desmontaje de la obra Ala de criados de la cual es autor y director. Antes de dar comienzo al seminario, solicitó a los participantes leer, entre otras cosas, un material escrito por él mismo llamado “instructivo” en el que se describe el modo de trabajo durante el seminario refiriéndose a qué es un desmontaje y cuál es su sentido. A esta pregunta, responde:

Es un análisis de los materiales, herramientas y procedimientos con los que trabaja un creador. Observados sobre el ejemplo mismo de un proceso, expuesto en su desglose con el fin de objetivar esos mecanismos y poder reflexionar sobre la práctica de los mismos (Kartun, 2009:91)

Recientemente, la editorial del Instituto Nacional del Teatro (INT) ha publicado los trabajos de devoluciones y desmontajes del teórico, director y dramaturgo José Luis Valenzuela. El autor viene desarrollando la tarea de coordinación de estos espacios desde el año 88’ en adelante en Festivales y Encuentros a nivel Nacional e Internacional. En su mayoría organizados por grupos ligados al ITSA (International Theatrical School of Anthropology), a la Universidad Nacional de Córdoba y al Celcit. En los últimos años, se establece en la región del Noroeste argentino encargándose de las devoluciones de obras en las Fiestas Provinciales y Encuentros de Teatro que el INT organiza en todo el Territorio Nacional. Con respecto a su tarea señala que:

Mediante la similitud con cierto tipo de trabajo directorial y el contraste con la crítica periodística corriente, podemos tal vez aclarar algo más sobre los procedimientos de la “devolución” o el “desmontaje” de una obra escenificada por un colega sin forzar esos procedimientos hasta cristalizarlos en una supuesta metodología rigurosa.
Quizá la palabra devolución designa con más justicia lo que provisoriamente he venido llamando “reescritura analítica” de una obra o trazo ajeno, a condición de que entendamos que “devolver” –o “reescribir”- no equivale a completar, ni a corregir, ni a explicar una impresión débil o potente, sino que, en todo caso, implica arriesgar una respuesta temeraria, supone pronunciarse sobre la obra contemplada con la misma audacia vacilante, con el mismo atrevimiento trémulo con que los artistas han ofrecido –o, mejor dicho, lanzado- su trabajo en la escena. De este modo, una “devolución” reuniría, paradójicamente, la más sólida fundamentación conceptual y técnica de que sea capaz quien la enuncia, y la modestia de una enunciación que se sabe apenas hipotética, tentativa, parcial y contingente. (Valenzuela, 2013)

Como conclusión preliminar de esta exposición, se observa que el desmontaje -o devolución- se inscribe con mayor frecuencia entre las actividades programadas en Festivales, Fiestas y Encuentros de organización tanto independiente como oficial de la última década.
Lo que en un principio parecía ser un espacio de intercambio oral de experiencias, al presente se advierte una incipiente institucionalización de esta práctica que reclamaría como tal, la necesidad de registrar esos intercambios. En consecuencia, estos registros  aportarían a la teoría teatral, la construcción de nuevos contenidos y líneas de investigación, fecundas reescrituras sobre el hecho teatral y la materialización de un legítimo debate sobre el aspecto moral de nuestro oficio teatral.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Libros
Barba, Eugenio (1987) Más allá de las islas flotantes, Buenos Aires: Firpo y Dobal Editores
Barthes, Roland (2008) Escritos sobre el teatro Barcelona: Paidós
Copeau Jacques (1999) “Reflexiones de un comediante sobre la paradoja de Diderot” Estudio preliminar en La paradoja del Comediante. Ed El Aleph
De Marinis, Marco (1994) Comprender el teatro. Lineamientos de una nueva teatrología, Buenos Aires, Galerna
De Toro, Fernando (1987) Semiótica del teatro. Del texto a la puesta en escena, Buenos Aires: Galerna
_  (1999) Intersecciones: Ensayos sobre teatro, Madrid: Iberoamericana
Diéguez, Ileana (2009) Comp. Des/tejiendo escenas. Desmontajes: procesos de investigación y creación, México: INBA/UIA
Diderot Denis (1999) [1830] La paradoja del Comediante. Ed El Aleph
Kartun M. (2009) Ala de criados, Bs As: Ed.Atuel
Pavis, Patrice (2000) El análisis de los espectáculos. Teatro, mimo, danza. Barcelona: Paidós.
_ (1998) Diccionario de teatro. Dramaturgia, estética, semiología, Barcelona: Paidós
Valenzuela, José Luis et Al. (2012) “La continuación de un trazo” en Un teatro apenas visible. Escenas en el noroeste argentino; Jujuy: Ed. INT
_ (2013) Hacia un teatro situado. Escenas en el noroeste argentino II. Jujuy: Ed. INT









Inés Ibarra es Licenciada en Crítica de Artes (IUNA). Actualmente desarrolla su tesis de Magíster en Crítica y Difusión de las Artes (IUNA). Es investigadora y desde el año 2009 participa en equipos de investigación en el IUNA y COMAHUE. Como docente se desempeña como JTP en la asignatura Producción y gestión teatral de la carrera de Artes Dramáticas de la UNRN. Participa en Congresos Nacionales e Internacionales. Actualmente, forma parte del equipo de Formación de Espectadores (Instituto Nacional del Teatro-Río Negro, Cipolletti). Publica artículos regularmente en revistas de divulgación artística tanto a nivel Nacional como Internacional.




Notas





[1] La obra fue escrita entre 1769 y 1777, inédita hasta 1830. Fuente consultada: http://www.larousse.fr/encyclopedie/personnage/Denis_Diderot/116453
[2] Hasta principios del siglo XVII, en el marco de la tradición occidental, se designaba al actor como el personaje de la obra, es decir, el actor como presencia física que “encarna” al personaje. 
Para una mayor ampliación del tema, consultar la entrada “actor” en Pavis (1998) Diccionario de teatro. Dramaturgia, estética, semiología.
[3] Formaron parte de este proceso nombres como Meyerhold, Craig, Artaud, Brook, entre otros, de quienes podemos leer gran cantidad de escritos y reflexiones sobre prácticas teatrales.
[4] Féral Josette se encuentra entre las perspectivas que trabajan sobre la idea de suprimir la distancia entre teoría y práctica (Féral, J:2004)