20/8/10

Tragedias y conflictos sociales en escena


XIX CONGRESO INTERNACIONAL
DE TEATRO IBEROAMERICANO Y ARGENTINO
Buenos Aires, 3 al 7 de agosto de 2010 / Facultad de Filosofía y Letras-UBA-
25 de Mayo 221



Tragedias y conflictos sociales en escena

El objeto irrepresentable
La cuestión de cómo se estetiza el horror ha sido tratado por el cine en relación a la imagen. Concepciones como la de Daney, observan que en el período de postguerra, las imágenes ficcionales y documentales producidas de manera convencional por el cine, no son capaces de aprehender el objeto al que refieren. De manera que es el acto de enunciación la única posibilidad de salida de esta irrepresentabilidad. Lo notorio de esta imposibilidad, de capturar al objeto por medio de una imagen, es que en esa imposibilidad es donde la enunciación resuelve el problema de la referencialidad.
Asimismo, los temas del mundo que toma por objeto el arte son universales, de manera tal que si desplazamos esta problemática -la de la incapacidad de aprehensión del objeto- al teatro, ¿qué posibilidades tiene el lenguaje teatral de representar lo que parece irrepresentable?
Fue a partir de esta pregunta, que nos motivó a poner la mirada en aquellas puestas teatrales de nuestro país desde el 2000 en adelante, y que, de alguna manera, abordan temas serios como el genocidio, la guerra y la violencia haciendo referencia, por ejemplo, a hechos concretos como la última dictadura pero que, sin embargo, no lo hacen desde lo dramático, sino más bien desde lo cómico.
A propósito de esto, en un trabajo de Oscar Traversa respecto de tapas de semanarios (2009) el autor señala que:
        
         “La manifestación esencial de lo reidero, como no podría ser de otro modo, se identifica por los desvíos de lo serio (…); se trata al fin de procedimientos operatorios efectuados sobre algún soporte material que infringe o modifica una regla de uso, pero no cualquiera” (Oscar Traversa,  2009)

Esto ya nos inquieta para realizarnos la siguiente pregunta: ¿qué tratamientos utiliza el lenguaje teatral para desviar temas serios hacia lo cómico? ¿Cómo transforma el teatro el efecto de solemnidad en un efecto reidero?
Antes de abordar estas cuestiones habría que preguntarse, al margen de los metadiscursos, bajo qué concepto podemos afirmar que una obra es cómica. Oscar Traversa se hace una similar pregunta en el trabajo anteriormente señalado y la respuesta que da es la siguiente:
        
         “La solución no es otra que empírica, será cómico aquello que nos ha hecho reír junto a otros o que se afirma, de alguna manera, que se lo puede incluir en esa clase, apelar entonces a un supuesto consenso, puesto de manifiesto en algún fragmento discursivo”

Y más adelante aclara:
        
         “Quien, por infortunio, se libra a la risa junto a otros silentes o ceñudos comete un acto asocial límite, los otros pueden juzgarlo con benevolencia sólo si no se es "de la parroquia" (del barrio, del país, de la misma lengua), de lo contrario la sentencia puede ser implacable: grosería, minusvalencia espiritual o, caso extremo, un defecto grave de salud mental. Sólo una soberbia desafiante u orgullosa nos salva de no sentir, en esas situaciones, la pena del aislamiento. La risa y todo aquello que pueda originarla, entonces, no puede negarse que es cosa seria” (O. Traversa, 2009)

En este sentido, las tensiones que pueden manifestarse frente al disenso pueden poner en evidencia el juego de relaciones y reglas de uso respecto de -en este caso- un hecho teatral y así dar cuenta de la inevitable distancia entre la producción y los efectos de su recepción.

Tratamientos de lo cómico como acto enunciador
Siguiendo a Daney, los films que pueden pensarse como justos o morales son aquellos que logran desdibujar el referente real al cual pretenden acercarse, dejando en primer plano al enunciador o a la interpretación.
Conscientes del peligro que se corre con ciertas analogías, por el momento nos permitimos interrogarnos acerca de si sería posible pensar en lo cómico como el acto enunciador que permite distanciarse del objeto al que se está refiriendo.

Las formas de lo cómico
Aquellos espectáculos teatrales de los que se espera provocar la risa en el espectador, se los suele clasificar dentro de su paratexto como parodia, comedia, pastiche, sátira, grotesco, absurdo y hasta tragicomedia. Pero lo que aquí nos interesa no es definir cada categoría que nombramos, sino describir las transformaciones hacia lo cómico, tomando a éste como la dimensión macro en la que se desenvuelve el acto enunciador y que engloba las categorías mencionadas anteriormente.
En este sentido, entonces, ¿qué recursos tiene el teatro para producir lo cómico?

Análisis de las obras
Un modo de acercarnos para esbozar alguna respuesta es a través del análisis de un corpus de obras integrado por ¿Qué onda con Borges? y Siete niños judíos. Una obra para Gaza (de Caryl Churchill) de Marcos Arano y El secuestro de Isabelita de Daniel Dalmaroni en las que prestaremos especial atención a los recursos estéticos puestos en escena que forman parte del proceso de transformación del tema serio a lo cómico.

La ironía
Una figura que puede asociarse con lo cómico es la ironía. Definida como lo que se da a entender diciendo lo contrario, esta operación se puede ver claramente en la interpretación. El texto va para un lado pero en su contexto, el actor a través de algún gesto lo lleva para otro.
En 7 niños judíos obra que tematiza la guerra en la frontera de Gaza entre palestinos e israelíes, hay un guiño del director que desvía el texto a la representación irónica. Al principio puede pensarse esta ironía como una operación que neutraliza la guerra porque las voces de los personajes parecen tomar posición en ambos frentes y de esta manera neutralizando la relación de víctima-victimario. No hay opresor ni oprimido, no hay amos ni esclavos. Hay niños muertos de un lado y del otro de la frontera. Sin embargo, no se puede dejar de lado todos aquellos discursos determinantes, como los informativos televisivos que cubren la guerra, y que de alguna manera toman partido por uno u otro.
En el teatro, se dice, que si no hay líneas dramáticas en tensión que manifiesten un conflicto, pues entonces no hay teatro. Es por ello que lo interesante de esta obra es precisamente que no neutraliza la mirada sino más bien, es una fuerte y dura crítica contra los discursos que nos atraviesan, determinan y construyen quién es el opresor y quién el oprimido. En escena se observa, entonces, las tensiones que se producen entre el enfrentamiento del texto con los discursos mediáticos, materializados en la dirección e interpretación, la que por momentos -claves- aparece abruptamente el gesto irónico para alejarse del objeto al que refiere.
Quizá la tragedia como manera, llámese estilo, sea el primer acercamiento a aquello que duele. Y un momento después, ya con cierta distancia, sanada la herida, purgada la pasión, sea lo cómico. Difícil que el arte pueda parir parodias inmerso en la sangre derramada:

“La comedia de la existencia no tiene conciencia de sí, hace falta que el hombre logre cierto estado de emancipación que lo haga ganar distancia sobre las cosas, que lo despegue de la lucha por la sobrevivencia, que le permita reír de sí mismo. (Virasoro Mónica, 2005)

La repetición y el chiste
Muchas veces vemos en el teatro que a través de la reiteración de un motivo se produce el chiste. Recurso que podemos leer en el texto. Pero también en la complicidad de reírnos de aquel que a través de una acción  pone en cuestión su prestigio (como el que resbala con la cáscara de banana, por caso).
En qué onda con Borges, cuatro estudiantes y una profesora integran los personajes que representarán la conflictiva relación de poder entre el opresor/oprimido, en una escuela secundaria. En la mayoría de los casos de violencia escolar mediatizados, el rol de opresor se lo lleva el estudiante mientras que la maestra o algún “compañerito” por lo general, el excluido es el oprimido.
A través de la técnica desarrollada por Augusto Boal del Teatro Foro, el elenco representa la escena de conflicto esperando que algún espectator suba al escenario para “actuar aquello que considera más pertinente” para divorciar aquella conflictiva relación de poder. Dos cosas, al menos, pueden suceder: que la relación de dominación siga existiendo haciendo caso omiso a las opiniones (y actitudes) que uno creía sostener y quede en evidencia un insostenible discurso moral en el cual el “yo pienso que… (la acción del otro)” se diluye en la acción. Finalmente, invita a la autocrítica para dilucidar hasta qué punto estamos atravesados y dominados por los discursos y hasta qué punto sostenemos en la acción lo que decimos que pensamos. Pero la otra posibilidad que podríamos descubrir es que el espectactor sea consecuente con lo que dice y en su convicción sube al escenario porque sabe como diluir esa frontera. Y ¿qué sucede? Sucede que no hay teatro. Si no hay líneas dramáticas en tensión, no hay teatro. Habrá otras cosas, claro está. Una construcción colectiva sobre una posible resolución a un conflicto social. De eso se trata básicamente el Teatro Foro.

Estatuto de los personajes: la estereotipia
El estereotipo puede pensarse como un recorte de un determinado grupo o clase social,  en la que se acentúan determinados rasgos. Para que el estereotipo funcione como tal, también es necesario que esos rasgos tengan cierta regularidad o cristalización y sean colectivamente compartidos por la sociedad. En El secuestro… observamos que se incluye este recurso innegablemente eficaz.
Podría ser viable asociar el personaje estereotipado con la ridiculización, el entorpecimiento, los vicios, pero no es esto lo que sucede en los casos que tomamos. Precisamente, el estatuto de los personajes de El secuestro… está trabajado en el borde del estereotipo: lo que se muestra de lo que se oculta es suficiente para reconocerlo.
El secuestro de Isabelita, tematiza una historia para los argentinos ya pasada. Pero ¿qué tan curada? A quien le pueda divertir esta obra es porque al menos se reconoce en el estereotipo de alguno de los personajes. Militantes excluidos de “partidos más grandes” y huérfanos del mismísimo a quien le deben lealtad enfrentados con la inminente dictadura planean secuestrar a la presidenta. En el afán de ser héroes de una patria soñada, en el proceso de lograrlo comenten errores, en parte, por la ingenuidad de la edad. Estos “héroes” se humanizan en su propia tosquedad.


En términos -aún- generales, los tres casos que tomamos tienen una propuesta diferente desde el teatro para el abordaje de los temas serios. Las tres obras presentan una transformación hacia lo cómico y trabajan sobre una mayor o menor distancia de los objetos a los que se hace referencia. Algunos invitan a una posible resolución colectiva desde la técnica del Teatro Foro y otros invitan a la construcción de una risa que también es producida en el colectivo. Una risa tal vez sanadora, tal vez necesaria o como alguna vez escribió Nietzsche en La gaya ciencia: “debemos de vez en cuando, descansar del peso de nosotros mismos, volviendo la mirada allá abajo, sobre nosotros, riendo y llorando sobre nosotros mismos desde una distancia de artistas”






Bibliografía

Carolina Reznik, Ignacio Sigal y Vanina Spadoni La irrepresentabilidad como mediación en el documental argentino Ponencia presentada en las IV Jornadas de Estética del Cine y Teorías Cinematográficas
Daney, Serge (1998) “El travelling de Kapo” en Perseverancia, Bs. As., Ed.: El amante
Virasoro Mónica (2005) Los tortuosos caminos de la ironía y lo cómico. Revista Figuraciones n°3

Oscar Traversa,  Notas acerca de lo reidero en las tapas de revista, Revista Figuraciones nº5